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anterior. Los dos movimientos de la puerta fueron acompaados por un leve crujido.
Dilvish avanzó por un angosto pasillo y velos de neblina violeta pasaron flotando junto a
l, acompaados por ruidos que recordaban a campanas de cristal taidas por el viento y
los olores de un campo de hierba recin segada. Dejó atrs una despensa, una cocina, un
pequeo dormitorio y una recmara octogonal donde arda una llama color azul que
flotaba, sin ningn tipo de soporte, sobre una losa de piedra rosada que tena la silueta de
una estrella. Todas esas habitaciones estaban desiertas.
Finalmente el pasillo daba a otro ms amplio que torca primero hacia la derecha y
luego hacia la izquierda. De algn punto situado a su izquierda le llegaron voces y Dilvish
se detuvo para escuchar. Las palabras resultaban incomprensibles y el sonido era lo
suficientemente ahogado como para que se arriesgara a mirar ms all de la esquina.
No haba nadie a la vista. Los sonidos parecan venir de alguna de las varias puertas
abiertas que se encontraban en ese lado del pasillo.
Fue en esa dirección, mantenindose cerca de la pared y buscando algn objeto o
algn nicho en el que pudiera esconderse en el caso de que alguien saliera de dicha
habitación. Pero no encontró nada aunque ahora las palabras ya se estaban haciendo
bastante claras y Dilvish sacó la impresión por lo odo de que se encontraba en las
habitaciones de la servidumbre.
Sin embargo, pasaron varios minutos ms antes de que oyera algo interesante.
... y yo digo que ha vuelto afirmó una hosca voz masculina.
Sólo porque el jaleo se ha detenido por un tiempo? respondió una mujer.
Exactamente. Era para permitirle pasar a travs de l.
Entonces, por qu no le ha visto nadie?
Por qu debera dejarse ver por gente como nosotros? Lo ms probable es que se
encuentre arriba con Baran o con la reina, o con los dos a la vez.
Aunque estuvo escuchando durante bastantes minutos, no oyó nada ms que tuviera
valor. Con todo, esa referencia indicaba obviamente a Jelerak y arriba tena que indicar
uno de los pisos superiores. Dilvish se alejó cautelosamente de la habitación, dio la vuelta
y partió en dirección contraria a la que haba seguido.
Tuvo que pasar un cuarto de hora vagabundeando por el lugar antes de encontrar una
escalera. Luego esperó bajo ella durante un largo rato, escuchando, antes de poner pie
en el primer peldao y subir corriendo por ella.
La estancia del piso superior era ancha, como un gran vestbulo, no un simple pasillo:
el suelo estaba cubierto de alfombras y de las paredes colgaban suntuosos tapices.
Dilvish avanzó por ella buscando un arma o una voz. Llegó hasta una ventana. Se detuvo.
En el exterior de la ventana flotaban nieblas amarillas que se movan sin cesar,
revelando y ocultando un turbulento paisaje iluminado por la luna y por espordicos
chorros de llamas sobre el que relucan siluetas azules y blancas en forma de diamante
que se movan velozmente, subiendo y bajando igual que pjaros sin alas y sin rasgos
que cabalgaran las corrientes areas. En el espacio de tiempo que se necesitaba para
pestaear unas cuantas veces crecan del suelo grandes promontorios oscuros; en ese
mismo tiempo otros promontorios se derrumbaban con idntica rapidez. De vez en
cuando destellaban los relmpagos, seguidos por un prolongado trueno. Lo cierto es que
el lugar tena un aspecto todava peor del que haba tenido durante su paso a travs de l.
Pensó en Black, Arlata y Weleand, el hechicero, preguntndose qu habra sido de ellos.
Sólo el maldito conjurador pareca haber sobrevivido de los tres.
Se apartó de la ventana con su imagen de un mundo estremecido e iluminado por los
chispazos y siguió avanzando por la habitación, llegando finalmente a otra gran escalera
cubierta de alfombras que vena del piso inferior, se curvaba sobre s misma y continuaba
ascendiendo. En la pared que haba encima del rellano colgaban dos grandes alabardas.
Dilvish fue hacia ellas, cogió con las dos manos el asta de la ms cercana, la levantó,
meneó la cabeza y volvió a colocar cuidadosamente el arma sobre los ganchos que la
sostenan. Demasiado peso. Quedara agotado llevando de un lado a otro ese enorme
objeto.
Se puso de nuevo en movimiento y un viento clido sopló sobre l y las paredes
parecieron temblar. Por la esquina que tena delante apareció un torrente de agua y un
muro lquido se lanzó sobre l. Dilvish giró sobre s mismo para huir pero el torrente se
desvaneció antes de alcanzarle. Cuando llegó al final de la estancia las paredes y el suelo
estaban secos y del lquido sólo quedaban unos cuantos peces que se agitaban
desesperadamente.
Pero cuando dobló la ltima esquina vio unos cuantos charcos de agua. Un brazo
fantasmal surgió de uno de ellos, sosteniendo una espada. Dilvish dio un paso hacia
adelante y se la quitó. El brazo se desvaneció y una fracción de segundo despus la
espada empezó a derretirse. Estaba hecha de hielo. Dilvish volvió a dejarla caer en el
charco de agua y siguió avanzando.
A lo largo del pasillo haba varias puertas, algunas parcialmente abiertas, otras
cerradas. Se detuvo y pegó el odo a cada una de ellas, sin percibir nada, y asomó la
cabeza por las que se encontraban abiertas. Luego volvió a la primera de las puertas
cerradas e intentó abrirla. Estaba cerrada con llave, as como la segunda y la tercera.
Fue hasta el final del pasillo, donde una escalera naca en ngulo oblicuo subiendo
hacia la izquierda. Trepó rpidamente por los peldaos. Aqu el techo era ms bajo pero
la alfombra del suelo y las colgaduras de la pared resultaban ms suntuosas. Un angosto
ventanal le permitió contemplar una parte del mismo castillo. Daba la impresión de que
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